C. B. I. Mujer de 43 años.
Bióloga, osteópata y terapeuta.
Desde los 20 años he tenido problemas de espalda, sobre todo en zonas cervical y sacra, pero dado que mi madre y mi hermano también los padecían, en un principio no le di más importancia, considerándolo algo propio de mi constitución física. Parecía ser una cuestión genética dado que a mi madre y hermano le pasaban lo mismo. Con el tiempo las tensiones en el cuello me produjeron frecuentes dolores de cabeza, lo que me llevó a visitar al traumatólogo que me diagnosticó pinzamientos en algunas de las vértebras cervicales, así como una cierta rotación en la zona pélvica que podría ser causa de las molestias en la zona sacra. Después de estudiar mi caso me aconsejó la necesidad de nadar y hacer algún otro ejercicio para fortalecer dicha zona muscular.
Dado que por aquel entonces yo estaba preparando la tesis doctoral y no tenía mucho tiempo de ir a nadar, decidí visitar a un quiropráctico de gran prestigio en Madrid, para tratarme el problema. Yo tenía entonces 23 años.Después de estudiar mi radiografía y hacerme un reconocimiento, detectó el mismo problema que había visto el traumatólogo con antelación. Así que actuó sobre cuello y sacro, además de tratar algunas vértebras dorsales.
Durante casi 15 años he visitado a éste quiropráctico con regularidad y al menos los dolores de cabeza han desaparecido completamente, permaneciendo los dolores más mitigados en la zona sacra.
A consecuencia de mi último embarazo (tengo 35 años), el dolor en la zona sacra se hizo más acuciante y los tratamientos quiroprácticos se hicieron más frecuentes.
Posteriormente conocí a varios fisioterapeutas y osteópatas que me aconsejaron utilizar otras técnicas menos agresivas que la quiropraxia y así hice. Cambié el quiropráctico por un osteópata.
Posteriormente, a consecuencia de una mudanza realizada en abril del 98, el dolor en la zona sacra fue tan fuerte que decidí visitar al quiropráctico, a pesar de que hacía años que no le visitaba y además tuve el tratamiento del osteópata habitual. Después de estos tratamientos el dolor persistió a tal punto que me tuve que meter en la cama porque el dolor en la zona era insoportable y sólo tumbada podía soportarlo.
En esta situación llegó a mis manos el Acupresor, a través de nuestro amigo Mario. Le conté dónde tenía el dolor y él directamente me trató con la «aguja». Al comenzar el tratamiento, el dolor era absolutamente insoportable y pensaba que se debía a que la aguja estaba penetrando en la piel, ya que el dolor que sentía al poner la aguja en ciertos puntos era como si me estuvieran clavando un estilete. Después de asegurarme y comprobar por mí misma que el Acupresor carecía de punta, comprendí que el dolor no procedía de la propia «aguja». Al continuar Mario tratando la zona sacra en diferentes puntos, el dolor se fue mitigando. Él me explicó que según su parecer lo que me ocurría era que tenía en dicha zona la energía estancada, produciendo con ello el dolor tan agudo. Después del tratamiento durante unos 20 ó 30 minutos, me pude levantar de la cama. La sensación era de tener la zona sacra anestesiada. Mario, me comentó que debería seguir tratándome de un modo frecuente (todos los días) la parte afectada, hasta que el dolor desapareciera.
Y así fue. Durante varios días, siguiendo sus instrucciones de manejo, traté la zona afectada hasta que el dolor remitió completamente. Posteriormente pude hacer una vida normal e incluso pude montar a caballo, cosa que me había sido absolutamente prohibida por todos los médicos y terapeutas que hasta entonces me habían tratado. Aún así probé y no tuve problemas serios más que leves molestias que, fueron desapareciendo con el uso frecuente del Acupresor.
Actualidad (TNF como Terapia complementaria). Desde hace cuatro años utilizo el Acupresor de forma regular. Hoy día me lo puedo colocar yo misma en las diferentes partes del cuerpo que así lo requieren. En mi caso, actúa de una forma clara como relajante muscular de la zona dolorida. Lo he utilizado fundamentalmente en la zona sacra, pero también lo utilizo para descongestionar otras zonas del cuerpo donde la energía, digamos negativa, se acumula.
Desde hace unos 5 años, en los meses de enero y febrero, padezco una rinitis alérgica que a veces se agrava convirtiéndose en sinusitis. En estos casos he usado el Acupresor para despejar los senos frontales, así como la propia nariz y quitar tensiones en la zona ocular, siguiendo a veces los puntos señalados por la acupuntura, y otras de mi propia intuición.
Experiencias con el Acupresor: Al colocar el Acupresor, el dolor al principio suele ser muy fuerte, por lo que lo coloco unos pocos segundos y después lo retiro, hasta que el dolor va cediendo y permite colocar la aguja en dicho punto durante más tiempo. Después, doy pequeños giros en el punto tratado y por último masajeo con la mano utilizando algún aceite de masaje.
Dada mi formación profesional estoy muy interesada en profundizar en el proceso de qué ocurre al colocar el Acupresor en el punto de dolor. De forma subjetiva siento cómo “algo” se mueve al colocar la «aguja». Cuando se coloca reiteradamente en el mismo punto, el dolor va cediendo y esa especie de movimiento también cesa, quedando la zona relajada y sin dolor.
El tratamiento no lo hago a diario, salvo en épocas, como las de la alergia, donde sí trato muy frecuentemente diferentes zonas de la cara, así como un punto especial en la zona dorsal que corresponde, según la medicina china, al punto de las alergias. Éste suele ser muy doloroso por lo que actúo de la forma señalada al principio.
Relata este su segundo caso: Estuve con dolores de cervicales durante varias semanas, fui al neurólogo del Hospital Puerta de Hierro (es familiar mío). Esto empezó después de venir de un viaje que realicé al Brasil en este año 2.004. Nada más llegar, me empezaron a dar unos mareos, fui al Osteópata y me hizo un tratamiento, normalmente, a mí nunca me hace una manipulación fuerte pero, como esta vez me vio tan mal, lo hizo algo más profundo y en un giro de cuello a la izquierda que tal vez no era el adecuado, me empeoró el cuadro clínico.
Seguía teniendo tremendos mareos, incluso estando tumbada en la cama, estuve algo más de una semana sin moverme de ella, no daba pie con bola, yo quería seguir sin utilizar el Acupresor, deseaba ver hasta dónde podía aguantar sin aplicármelo, si me venía la mejoría por las terapias que me estaban aplicando y esperando los resultados médicos. Además, pensaba que esta patología no la podía mejorar con la aplicación del Acupresor.
El Neurólogo me decía, ten paciencia, esto es muy largo, no te creas que esto se quita de un día para otro.
A la semana y pico de estar en la cama, me levanté, me fui a trabajar, pero yo iba andando como los zombis, volví al neurólogo y me dijo, te voy a mandar una resonancia magnética por si hubiera alguna lesión o derrame en esa zona. Después de que me hicieran la resonancia decidí aplicarme al Acupresor porque, estaba hasta el moño de sufrir. Me lo apliqué, sentí un chasquido interno y me desaparecieron todos los síntomas, molestias y dolores.
A los pocos días me tocaba volver al Neurólogo, cuando llegué le dije Carlos ¡Ya estoy bien!
Él me preguntó ¿Cómo es posible? Le contesté, ya no tengo la pérdida de la verticalidad. ¿Qué has hecho? Me volvió a preguntar. Recurrir a mi Acupresor, a mi «aguja» y fue como si todo se colocara en su sitio. ¡No me lo puedo creer! Contestó.
Nota aclaratoria de Mario Gil: Al enterarme por Javier, su marido y amigo mío que estaba mal, la llamé, le pregunté y me narró las peripecias que estaba viviendo. Le volví a preguntar ¿Te has puesto el Acupresor? Me contestó no, pues no creo que en esto haga algo. Le dije, bueno, tú misma, ya sabes que en otras ocasiones te ha funcionado. Luego lo utilizó y me llamó para comentármelo y más tarde, me mandó este informe.