En situaciones normales, las células de nuestro organismo emplean alrededor de un 90% de su energía en actividades metabólicas dirigidas a la renovación, reparación y creación de nuevos tejidos. Esto es lo que se conoce como metabolismo anabólico. Sin embargo, en situaciones de estrés, enfermedad, mala alimentación, alteraciones emocionales u otros, esto cambia drásticamente, en lugar de realizar las actividades dirigidas a la renovación, reparación y creación de tejidos, el organismo se dedica a enviar cantidades masivas de energía a los músculos y quedan allí depositadas. Cuando esto se da, el cuerpo cambia a lo que se conoce como metabolismo catabólico, o sea, el metabolismo catabólico es necesario en su justa medida, pero al dispararse o descontrolarse se convierte en perjudicial. Las actividades de reparación, renovación y creación de nuevos tejidos se paralizan, e incluso el organismo comienza a descomponer los tejidos en busca de la energía que tan urgentemente necesita.
Aquí se crea una “paradoja”, existe demasiada energía en el organismo, pero no la puede utilizar y además, al acumularse en los músculos, crea el dolor y la patología allí donde se almacena.
Mario Gil Sánchez